miércoles, noviembre 04, 2009

Del Cielo Azul



La historia era sobre un hombre llamado Mario, viajaba a su interior haciéndose muchas preguntas. Un dolor, varios dolores viejos le molestaban, lo herían. Estaba firmado por un chico llamado Sebastián. Me asombré, y qué grata era mi sorpresa. Me pregunté quién era, cómo era y cuántos años tendría el estudiante que escribía esta historia. Al día siguiente se me acercó curioso para saber si había leído su trabajo. Le pregunté varias veces si realmente él lo había escrito. Frente a mí tenía a un joven muy guapo, con un cuerpo armonioso y una sonrisa que encantaba desde el primer instante. Me pregunté cómo el ejemplo claro del estudiante por el que deliran todas sus compañeritas podía escribir una historia tan conmovedora, emocional, y tan llena de melancolías, como el relato en el que me había sumergido la noche anterior.
Y tal vez como una advertencia, como un sino que nos acompaña aún hoy, casi tres años después, se lo aseguré: "Si tú escribiste esto no descansaré, ni permitiré en ningún momento que uno de tus sueños más grandes en el camino que apenas vislumbras no sea escribir. Te voy a exigir mucho, tal vez demasiado, y en ningún momento bajaré la guardia, porque cada día tienes que ser mejor como escritor, lo que se viene no es nada fácil, pero tienes que hacerlo". 
Y así ha sido, a ratos desfallece, a ratos se pierde intentando cumplir mil y uno de los proyectos que muchos dejan en sus manos y no encuentra la manera de de rechazarlos, tampoco lo quiere, y vuelve a intentarlo.
Desde ese momento nos ha unido no sólo la necesidad por contar historias, sino la complicidad en cada gesto y en cada sueño que nos acerca al perfecto amor que tanto buscamos, sin miedos a sentirlo, sin miedos para decirlo y con esa necesidad primordial de sentir más allá del simple caminar por los trechos que ya una vez fueron trazados.
Y es esa capacidad de vibrar ante la aventura lo que lo ha llevado a tantas nuevas experiencias, a permanecer con los ojos abiertos y los brazos extendidos para que el universo mismo penetre por sus poros, para que la gente que lo rodee, se deslumbre ante sus travesías y ante las historias que sólo él podría contar.
Yo quisiera que con sus palabras se dibujaran los recovecos que en algunos años me gustaría leer, pero también esas mismas palabras podrían ser las de un gran orador que devuelva el aliento a quienes lo escuchan y cumpla realmente con lo que sólo también él comprende que otros pueden necesitar, porque ante cada estancia, cada camino recorrido, sólo él podrá hacernos reír, soñar y entristecer a través de esa mirada suya que no se cansa de explorar.

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